La Fiesta del Chivo, por Mario Vargas Llosa

Apr 13, 2010 by Gonzalo Villarruel, in Mis Lecturas
Después de varios años del último libro de Vargas Llosa que leí, uno de mis autores de habla hispana favoritos, decidí retomar su obra con éste libro.

Por alguna razón que no recuerdo, exactamente, no le presté atención. Creo recordar haber leído, de parte de esos críticos que nunca faltan, que se trataba de una obra menor. Nada más lejos de realidad, a mi modesto entender. 

A través de un personaje ficticio, Urania Cabral, hija de otro personaje ficticio y ex ministro del régimen, Agustín Cabral, el autor se mete en terrenos que domina a la perfección, los de la complicada, trágica, sucia, a veces bárbara y casi siempre dramática historia de los regímenes políticos latinoamericanos del siglo pasado.

Trujillo, como los Somoza o los Castro, fue un producto de una época que vio florecer regímenes autoritarios, militares y civiles, en el marco de la Guerra Fría que enfretaba al mundo capitalista con el socialista. Así como los soviéticos en Europa oriental y Cuba, los Estados Unidos ayudaron a sembrar de estos personajes crueles y violentos la geografía de nuestro continente. 

Vargas Llosa explora con su prosa única la interacción entre Urania, su padre enfermo y mudo, y su familia, la psicología perversa del dictador ya en sus años de decadencia y las personalidades patológicas de su hijo Ramfís y su hombre fuerte, el temido Johnny Abbes, jefe del siniestro SIM, la policía política del régimen. 

No ahorra el escritor la descripción de horrores como la ordalía de  las hermanas Mirabal (que habrían de convertirse en bandera de lucha y cuyo martirio fue la gota que derramó el vaso para iniciar la conjura que acabó con la vida de Trujillo); las torturas a las que fueron sometidos los conjurados por parte de Ramfís Trujillo y del propio Abbes; y el carácter de depredadores sexuales del tirano, a quien le gustaba desflorar muchachas vírgenes, su hijo y los amigos de éste. 

Urania Cabral representa a las mujeres dominicanas sometidas al terror de un gobierno cuya cabeza mantuvo el poder durante décadas a base de miedo, sobornos, favores y dádivas. Su historia triste, que Vargas Llosa recién devela al final, está ligada tanto a la debilidad de su padre para plantarse ante el dictador y protegerla, como a la decadencia física de éste, todo un símbolo de su posterior caída. 

La Fiesta del Chivo nos permite reconocernos, a quienes habitamos esta Latinoamérica, en muchas de las pequeñas y grandes miserias de los personajes y sus acciones, parecidas a las que también atravesamos durante el siglo XX y a comienzos de este. En eso, como dijimos más arriba, Vargas Llosa es un maestro.